El papel cumple un rol fundamental en nuestra vida diaria. Está presente casi en todos los momentos del día de una persona. Un ciudadano consume alrededor de 176 kg de papel al año.
Los impactos ambientales que se generan en la producción de papel están asociados al consumo de agua, energía y materia prima (madera o fibra reciclada). Por ello, suponen un consumo de recursos forestales, la generación de residuos contaminantes para el agua y la atmósfera (CO2, compuestos de azufre...). En la fabricación de un solo paquete de DIN A4 “blanco” se necesitan 262 litros de agua, 15 kWh de energía y 3 kg de madera.
Entre todos podemos frenar un poco el impacto ambiental. Por ello es importante que conozcamos de qué forma podemos contribuir en la reducción del consumo y las formas adecuadas de reciclaje.
Además de ajustar el consumo de papel en nuestras tareas diarias, debemos contribuir a la protección medioambiental reciclando correctamente el papel que hemos generado.
En definitiva, debemos reciclar el papel porque salvamos bosques, ahorramos energía, ahorramos agua, reducimos la sobrecarga de residuos y evitamos el derroche económico.
Por todo ello debemos habituarnos a seguir unas pautas correctas de reciclaje y separación de residuos:
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